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viernes, 28 de agosto de 2009

PLACER Y DOLOR


Cada emoción ocurre como un polo del eje "placer-dolor". No hay emociones buenas o malas: cualquier emoción puede ser una oportunidad de crecimiento y cualquier emoción puede ser una fuente de sufrimiento. La felicidad y la efectividad en la vida no dependen tanto de la emoción concreta que se experimente, como de la capacidad que se tenga para laborar esa emoción con inteligencia. La gente habla, sin embargo, de emociones buenas y malas. Es así porque los humanos, al igual que el resto de los seres vivos, tenemos un apego instintivo al placer y una aversión instintiva al dolor. Pero, como descubre todo pez enganchado en el anzuelo, el placer momentáneo de comerse la lombriz no lo conduce a su supervivencia. De la misma forma, a veces las emociones más dulces pueden atrapar a la persona en los estados de ánimo negativos más terribles.
Cuando uno honra cualquier emoción, placentera o dolorosa, en el fondo se está honrando a sí mismo. Cuando rechaza cualquier emoción, uno se rechaza a sí mismo. Al respetar las emociones, se abre la posibilidad de vivir con intensidad; al rechazar las emociones (generalmente por miedo a la pérdida, el dolor y el sufrimiento), se cierra la posibilidad de vivir con pasión. Quien quiere evitar sentir intensa pena, deberá restringirse a no sentir intenso amor y quedará entonces condenado a no sentir intensa alegría.

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